Cuentas y Cuentos…¿Compensar el Rezago Tributario con Reformas Bancaria y Aduanera? - Lacallelibre

VELA 1

Por Joaquín H. Vela González.

México es un país reprobado en materia de recaudar impuestos. Sigue a la zaga en el porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) que captado como porcentaje de la tributación, es del 14.92% que está por debajo de la media de la región que recauda el 21%, y mucho más ante los países del continente europeo, que logran promedios de captación de alrededor del 33%.

Este rezago persiste desde más de medio siglo, afloró desde finales de los años sesenta del siglo pasado, y mostró la contradicción entre el crecimiento económico logrado en México, y el modelo de captación tributaria de los gobiernos del nacionalismo revolucionario priísta.

Este modelo tributario semeja un queso gruyere, por los agujeros que contiene. Hacía exención, o permitía la elusión, en varios sectores, como el transporte y la agricultura, que eran pilares de su control político.Pero su verdadero error tributario era la exención a los grandes empresarios, que desde aquellos años ya eran intocables.

Los gobiernos posteriores, por diversas razones de clase y políticas, y por coyunturas económicas (como el boom petrolero), ignoraron dicha recomendación, y prefirieron adaptarse a vivir con déficits fiscales, de un creciente endeudamiento público, y luego del uso del petróleo.

Es con Salinas de Gortari, a través del ingreso de México a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que México comienza a ser exhibido a nivel internacional. La OCDE mostró que México era el peor calificado entre sus países miembros en materia de recaudación de impuestos. Y en 2025 continuamos en esa pésima posición.

Es necesaria una Reforma Fiscal que grave principalmente a los grandes contribuyentes, porque los intentos de reformas con Calderón y con Peña Nieto, fracasaron tal vez intencionalmente para mantener sus compromisos neoliberales, pues al aumentar la tasa general de ISR al 35%, hicieron recaer el peso de la recaudación de impuestos en las y los trabajadores, y en las clases medias, que aún hoy siguen soportando el peso principal de la tributación. Igual, en muchas de las pequeñas reformas, cambios, adecuaciones y modificaciones que se han hecho en las misceláneas fiscales, no han realizado cambios sustanciales.

Durante el gobierno de Salinas de Gortari para aumentar la captación tributaria se aplicó una reforma exitosa, que estaba dirigida a gravar todos los “activos” sin distinción con buenos resultados. Pero su vigencia fue efímera. Los grupos de poder lograron derogarla. Tal vez es tiempo de reimplantarla o alguna con la misma orientación como un impuesto a la propiedad de los grandes multimillonarios.

La realidad muestra una brutal brecha social. Necesitamos regular las abultadas ganancias de las poderosas familias y mafias de los multimillonarios, que al final de los tiempos casi no pagan impuestos, a pesar de que concentran de manera desvergonzada y cínica un brutal porcentaje de la riqueza generada en México. De manera particular las ganancias bancarias y las afores fueron y continúan siendo de los principales beneficiarios de los privilegios en la etapa neoliberal que aún no superamos.

Afortunadamente, nuestra presidenta, aunque continúa negándose a una reforma fiscal, ya empezó a dar pasos en esa dirección. Hablo, de la iniciativa presidencial para que los bancos mexicanos ya no puedan deducir los impuestos a los aportes que realicen al pago de deuda al Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB antes FOBAPROA), con lo cual prevé aumentará la captación tributaria en 10,000 millones de pesos anuales.

La misma dirección busca la Reforma Aduanera, que también está a discusión en la actual Legislatura federal, que busca erradicar la evasión y elusión fiscal a través de realizar una profunda revisión a la estructura del funcionamiento de las aduanas, sobre todo por todas las fugas de pago de impuestos denunciadas en los escándalos de huachicol fiscal, además de la enorme y añeja corrupción que ahí subsiste desde hace muchos años, y que no ha logrado erradicarse.

Aunque restan cambios de mayor calado, reconocemos que estas dos iniciativas son un tímido inicio de un urgente proceso de cambio económico de corto, mediano y largo plazo.

Ojalá se profundice en esa línea, porque las exigencias del pago de la deuda, la crisis ambiental, y el peso de los programas sociales, obligan a eso y a más.

velagj@economía.unam.mx