Carlos H.
Por Joaquín H. Vela González.
Teóricamente, de acuerdo al artículo 25 constitucional, al Estado nacional mexicano y a su gobierno federal, les corresponde la rectoría de la economía de la República Mexicana, vía por la que se les encomienda la responsabilidad de organizar y de conducir a todo el desarrollo nacional.
Sin embargo, durante el periodo neoliberal, en el que buscaron reducir a su mínima expresión la participación del gobierno en la economía, el Estado mexicano quedó imposibilitado de cumplir con estos mandatos constitucionales.
La presencia del Estado alcanzó en México un nivel de adelgazamiento tal, que su presencia en la vida económica pasaba totalmente desapercibida. La inversión pública cayó a los niveles más bajos de la historia. El único papel económico del gobierno mexicano era cuando lo llamaban a pagar la deuda pública y sus intereses. Pero prácticamente así fue en todo el mundo. Ahora, sin embargo, debido al estatus que guarda la economía mundial, con sus fases sucesivas de recesión y de crisis, entrelazada con períodos muy cortos y bajos de crecimiento, se ha obligado al regreso del Estado en su papel de promotor y activador de la actividad productiva. A pesar del dominio del Neoliberalismo, a nivel global se volvió a aceptar el papel activo del Estado en la reactivación al ciclo económico mundial.
Ante este nuevo panorama de la geopolítica, el compromiso de nuestra nueva Presidenta de México es retomar al papel central del Estado en la economía, que podrá ser a través de la formulación de una política industrial activa, y de usar al aparato estatal para promover e impulsar al desarrollo económico nacional.
En pocas palabras, en México es prioritario tener una política activa de fomento a las pequeñas y medianas empresas empleadoras, y a toda la economía a escala nacional, si en verdad queremos ser un país desarrollado.
Este proyecto nacional, pensado y extrapolado en el largo plazo como Programa de Gran Visión, es lo que le ha faltado al país en el pasado. Muchos gobiernos planeaban solo para 6 años. Llegaba otro gobierno y a empezar de nuevo. No había continuidad.
México necesita tener definido un programa de gran visión para su pleno desarrollo: Definir metas y objetivos del tipo de desarrollo que necesitamos; delinear las etapas por las que debemos transitar; diseñar los programas de inversión en ramas y en regiones prioritarias; definir características estratégicas del proyecto; y planear para varios sexenios la inversión entre los sectores, para poder lograr así lo que la Presidenta denominó como el “Segundo Piso” de la transformación de México.
Fomento económico, como integrante de la Política Industrial Activa, es diseñar, promover, impulsar, organizar, coordinar, ejecutar y evaluar proyectos estratégicos y programas en el conjunto de las ramas productivas con mayor potencial de desarrollo para unidades de producción, ya sean estos del sector público, del sector social o del sector privado.
Se deben fomentar proyectos que impulsen el desarrollo en diversas regiones, y en ramas y sectores para que sean los motores que arrastren al conjunto del país a un despegue articulado y programado, y para que detonen al crecimiento nacional, articulando y complementando al conjunto. Para eso es necesario diseñar las cadenas productivas entre las diferentes empresas de una región o de un sector, y determinar las inversiones que articulen y complementen a esos procesos productivos.
La política de fomento industrial y de innovación también debe detonar a la modernización tecnológica en las pequeñas y medianas empresas, lo que permitirá consolidar o impulsar a nuevos polos de desarrollo regional o sectorial.
En resumen, se trata de retomar un Proyecto Nacional que durante 40 años permaneció en el abandono. Esperamos que con la presidenta Claudia Sheinbaum, el Estado mexicano asuma verdaderamente su papel como rector de la vida económica nacional, para así alcanzar al tan pretendido desarrollo nacional.
velagj@economia.unam.mx
