
Por Luz del Alba Belasko
Sabemos que la cultura como deber civilizatorio, es una forma de ciudadanía, de pensamiento crítico, memoria e identidad. La que es un «largo espejo» para que un pueblo se reconozca. Hablo de por lo menos dos entidades que me competen una es Chiapas y la otra el Estado de México, ambas combinan cultura pluriétnica pero con una distancia considerable en la forma de hacer “política cultural”, que en los últimos años, no han podido evitar caer en la lógica del “Pan y Circo” al integrar mundos culturales.
La cultura como pasarela de “Festivales”: La que se reduce a una «agenda de espectáculos», una «tómbola» de eventos que entretienen la tarde pero no transforman nada. Desde esta perspectiva, la integración del mundo indígena y el no indígena no puede ser un festival. Sería la forma más sofisticada de colonialismo: usar sus símbolos, sus danzas y sus rostros como escenografía para un espectáculo de poder que les sigue excluyendo.
En cada escenario por vacío que este o lleno a reventar hay un protagonista principal, y es un político, no se ha creado la forma de descentralizar la figura del funcionario y darselas como patrocinadores o creadores… el crédito debe darse a las comunidades, a los colectivos y a los procesos colectivos.
La pregunta clave es, ¿Quién convirtió la cultura en agenda de espectáculos?
En un estado que prioriza la visibilidad sobre la visibilidad. Un gobierno que teme al poder transformador de la cultura y lo cambia por el control tranquilizador del entretenimiento. En el contexto indígena, es quien prefiere ver una danza «auténtica» en un escenario que sentarse a negociar la autonomía cultural.
Y viene otra ¿Por qué la política cultural es ahora una mesa de eventos? Porque lo que vemos es que los eventos son medibles (asistencia, número de actividades, fotos) y la transformación cultural no. Porque es más fácil cortar un listón que destrabar un conflicto histórico de despojo territorial que afecta la cultura.
Dónde quedó el proyecto cultural de un gobierno que presume transformación si lo que experimentamos se ahogó en un mar de folletos de programación. Un proyecto cultural de transformación, especialmente uno intercultural, es lento, conflictivo y no siempre fotogénico. No cabe en un boletín de prensa y menos elaborado por IA-ChatGPT.
Cuántos festivales hacen falta para suplir una estrategia, creo que ninguno. Son categorías distintas. Los festivales pueden ser parte de una estrategia si emergen de un proceso comunitario. Pero mil festivales nunca suplirán una sola estrategia de fondo. La integración cultural no se logra con un «Festival de la Interculturalidad», sino con políticas de educación, salud, comunicación y justicia que tengan la interculturalidad como principio rector.
Antes de la entrada de los gobiernos en turno; se realizaron “foros” se participo y se propuso para que se creara un diseño, no así tanta improvisación, porque sabemos que diseñar exige escuchar, y escuchar exige ceder poder. Improvisar un festival permite mantener el control en manos del funcionario de turno. Diseñar una política intercultural exige compartir ese control con líderes comunitarios, ancianos y artistas que no responden a la lógica partidista.
Y hablando con creadores plásticos y visuales, músicos y compositores, directores de teatro etc a quienes no han incluido, es tambien perder una conducción por mínima que sea, se pierde la creatividad que resuelve conflictos, la que teje diálogos en medio de la desconfianza, la que imagina nuevas formas de convivencia. La «conducción mínima» solo produce más de lo mismo: más espectáculo, más folclor, más simulación. Entonces, ¿Qué mensaje recibe el sector artístico cuando se le trata como escenografía? Sino su claro valor decorativo, no crítico. Su función es embellecer nuestra gestión, no cuestionarla». Para los artistas y portadores de cultura indígena, el mensaje es aún más violento: «Su cultura es un adorno para nuestro proyecto de nación, no su cimiento». Y lo otro y más profundo; ¿Por qué la cultura sigue vista como entretenimiento gubernamental? A lo que un escultor reconocido me contesta, -Porque es la salida fácil. Y si, es la forma de eludir su potencial revolucionario. Una ciudadanía formada en el pensamiento crítico, que recuerda su historia y exige sus derechos, es ingobernable para un modelo de poder vertical. Es preferible una ciudadanía entretenida.
Y termino con mis elucubraciones;confundir política cultural con festivales es un lujo que un estado en transformación no debería permitirse» porque ese lujo se paga con el futuro. Se paga con la pérdida de memoria, con la erosión de la identidad y con la perpetuación de un apartheid cultural disfrazado de fiesta.
La tarea no es tener una Secretaría de Cultura en Estado de México, un Consejo Estatal para La Cultura y las Artes de Chiapas que organice mejores festivales, sino una que se haga a un lado para permitir que la cultura, en su sentido más profundo y civilizatorio, fluya, dialogue, dispute y, finalmente, nos construya como una sociedad plural y verdaderamente democrática.



