
Por Atanasio Serrano López
Dos conflictos la ponen ese extremo de inquietud: El genocidio de Palestina y, el acecho militar de Estados Unidos a Venezuela.
Para el país del norte, la guerra es una constante. Si no hay condiciones, las provoca. Un ejemplo, el incidente del Golfo de Tonkín, en 1964, causado por un supuesto enfrentamiento entre barcos estadounidense y de Vietnam del Norte. Ese incidente, ocasionó prolongada guerra, que al final perdió el poderoso país.
Los Estados Unidos, en dos principios, sustentan su hegemonía mundial: La Doctrina Monroe y El Destino Manifiesto.
Aquella, enuncia “America para los Americanos”; éste que no es un pronunciamiento presidencial, faculta,-según el periodista John Sullivan-, la Divina Providencia a los Estados Unidos, extenderse por todo el mundo y, tutelar con la invasión militar, la vida de cualquier país de la tierra.
Uno y otro fin, han sido retomados el presidente Donald Trump, para apoyar el genocidio palestino y, combatir en Venezuela, un imaginario narco gobierno.
Con facultades metaconstitucionales, apoya económica y armadamente a Israel; con prepotencia invade las aguas territoriales venezolanas. Generando en esa región de nuestro continente, angustia, ante una posible orden para que tropas ocupen la nación sudamericana y se dé una guerra. Venezuela no esta cruzada de brazos.
Su apoyo, son dos instituciones: El Pentágono y la CIA. Aquel, a una orden presidencial, actúa en cualquier dimensión de la tierra. Para eso, cuenta con cientos de bases aeronavales en países sometidos. Esta, le provee información necesaria sobre el estatus quo, de pueblos que no comparten el modelo de desarrollo impuesto por el capital. Amén de crear inestabilidad política en países que libremente construyen sociedades justas y prósperas.
La humanidad, condena el crimen de lesa humanidad, que sigue cometiendo el arrogante Estado de Israel. Masacra inclementemente, ante la indiferencia de la ONU y la Unión Europea, y con la complacencia trumpiana, a mujeres, hombres, ancianos, niños, que pueblan el territorio en que nacieron.
En México, ciudad capital, organizaciones múltiples se ha pronunciado en contra del deshumanizado genocidio. No así en poblaciones de nuestro estado.
Estas, han sido “prudentes”. Se han dejado influir por las redes sociales. Pensarán o dirán: ¡Que me importa! Palestina está muy lejos.
Muchos usuarios, en otro orden de ideas, repudian al presidente venezolano. Lo creen, – porque así lo llaman los medios de comunicación yla ultraderecha- tirano, dictador, populista. Hasta “comunista” o “terrorista”, lo consideran
Otros, conocedores de la historia, enaltecen el patriotismo delPresídente Nicolás Maduro, en la defensa del petróleo y gas, que Venezuela guarda en su subsuelo.
El energético venezolano despierta la ambición de míster Trump. El viejo Bush, engañó a la humanidad con el mito de que Sadam Hussein, gestaba una guerra bacteriológica.Invadió militarmente a Irak y asesinó a su gobernante.
Trump, como su antecesor, quiere petróleo. Disfraza sus pretensiones, con una lucha antidroga. Quiere, reitero, el petróleo y gas venezolanos. Materias primas que deben ser explotadas racionalmente por los pueblos que los poseen.
En ambos casos, Trump, pisoteando el derecho de gentes que regula las relaciones entre las naciones de la tierra, pone en peligro, la paz, y en una, de sus esquizofrénicas, puede provocar una guerra regional en Sudamérica.
Todos los países de nuestro continente deben con un plan pacifista evitar que el imperialismo cumpla sus amenazas contra Venezuela.
Condenemos al genocidio de Palestina y apoyemos a Venezuela.