
- Este 26 de septiembre de 2024 marca una década desde la trágica noche de Iguala, en la que jóvenes estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” fueron desaparecidos, y desde entonces, sus padres, madres, y una multitud de simpatizantes han convertido este dolor en una lucha constante por la verdad y la justicia.
Ciudad de México, (SinEmbargo).- Bajo un cielo gris y la lluvia que parecía acompañar la búsqueda y dolor que por 10 años han acompañado a las madres y padres de los normalistas, el Ángel de la Independencia volvió a ser el punto de partida para una de las movilizaciones más emblemáticas de México: la marcha por los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa.
Al inicio de la marcha, integrantes del bloque negro lanzaron bombas molotov a una cafetería situada sobre Paseo de la Reforma, dentro de la cual había gente, que no resultó herida. Al lugar ya acudieron servicios de emergencia.
Casi desde el inicio, encapuchados comenzaron a quebrar vidrios y a lanzar bombas molotov a los negocios qué están sobre la lateral de Paseo de Reforma.
Cafeterías, restaurantes y casas de cambio fueron los negocios afectados, en donde además realizaron pintas con los mensajes: “Fue el Estado”, “Fue el Ejército”, “AMLO asesino de Samir”, entre otros.
“Fue el Ejército», son algunas de las pancartas que llevan normalistas de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos» de Ayotzinapa, Guerrero.
A lo largo de la marcha han lanzado petardos a diversos locales, a excepción de algunas grandes empresas que amurallaron con vallas sus locales.
Por otra parte, la movilización ha aglomerado a miles de estudiantes que a pesar de la llovizna siguen marchando pidiendo justicia.
“Desencuartelen la verdad” se lee en una gran manta y gritan los jóvenes, que agregan sus cantos con el ya conocido “de este a Oeste, seguiremos cuesten en la lucha , lo cueste lo que cueste”.
Este 26 de septiembre de 2024 marca una década desde la trágica noche de Iguala, en la que jóvenes estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” fueron desaparecidos, y desde entonces, sus padres, madres, y una multitud de simpatizantes han convertido este dolor en una lucha constante por la verdad y la justicia.
En un día en el que la tierra, a través de siete microsismos ha cimbrado la capital, azotada por un viento frío la exigencia de justicia y verdad es la misma. Desde poco después de las 3 de la tarde, ciudadanos, activistas de derechos humanos y estudiantes comenzaron a congregarse en el Ángel.
La llovizna no fue suficiente para intentar desalentar a los asistentes que, protegidos con paraguas e impermeables, sostienen pancartas con los rostros de los 43 jóvenes. “¡Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, era el grito que resonaba por las calles, recordando que las exigencias no han cambiado: verdad, justicia y la presentación con vida de los estudiantes.
Al frente, como en años anteriores, estaban los padres y madres de los desaparecidos. A lo largo de esta década, han visto promesas incumplidas y avances que parecen estancarse ante la protección del Ejército y el hermetismo de las autoridades.
En el sexenio anterior, la llamada “Verdad Histórica” fue desacreditada por la evidencia que sugirió su falsedad. En el actual, las familias comienzan a hablar del “sexenio de la verdad histérica”, debido a la insistencia del Ejército de que ya entregó toda la información en su poder, un argumento que las familias refutan. Insisten en que faltan más documentos por desclasificar y que el Ejército aún debe rendir cuentas sobre su participación aquella noche del 26 de septiembre de 2014.
A lo largo de todo el recorrido, los contingentes, integrados mayormente por estudiantes, activistas y simpatizantes, coreaban con fuerza los nombres de los 43 estudiantes desaparecidos. A la par, exigían justicia y el esclarecimiento del caso que sigue siendo un dolor abierto para miles de personas en México. La marcha, bajo una constante lluvia, no se detenía. Al contrario, el clima parecía reforzar la voluntad de quienes la encabezaban. “Ni la lluvia ni el viento detienen el movimiento”, repetían, haciéndose eco en las calles.
Entre los manifestantes, se distinguían figuras simbólicas que representaban la injusticia. Personas vestidas como “La Justicia Masacrada”, con vendas y manchas rojas, caminaban en medio de pancartas que acusaban al Ejército de ocultar información. Una gigantesca figura de un monstruo con uniforme militar encabezaba el reclamo visual, como una metáfora de la opacidad y la impunidad. También había carteles que recordaban otros crímenes, como el de Samir Flores, activista ambiental asesinado, y acusaciones directas al Gobierno actual por no haber esclarecido su muerte.
Al frente de la marcha, una camioneta con bocinas relataba la lucha incansable de los familiares durante estos diez años, denunciando que ni el gobierno de Enrique Peña Nieto ni el de Andrés Manuel López Obrador han brindado justicia. Aún más doloroso es el reclamo a López Obrador, quien prometió esclarecer la verdad, pero que, según los manifestantes, ha incumplido. “Lo decía, que todo cambiaría, mentira, mentira, la misma porquería”, gritaban con rabia, evidenciando la frustración acumulada.
La marcha no solo reunía a jóvenes estudiantes de las normales rurales o defensores de derechos humanos, sino también a adultos mayores, familias completas, e incluso niños que, con sus pequeños pasos, se sumaban al clamor.
Los estruendos de petardos detonados por un reducido grupo vestido de negro acompañaban la marcha, provocando tensión al impactar contra algunos comercios de la avenida Reforma, incluso negocios qué estaban amurallados los lanzaron petardos , causando daños.