
- Los periodistas rastrearon una ruta de narcotráfico, que partía de Colombia, pasaba por México y España, para llegar a los Países Bajos, donde se procesaba y vendía la droga.
Reportería / edición: Violeta Santiago (Quinto Elemento Lab), Iván Alamillo (Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad), Juan Omar Fierro (Aristegui Noticias), David González (OCCRP), Lilia Saúl (OCCRP), Brecht Castel (Knack), Víctor Méndez (Narcodiario), Juanita Vélez (CLIP – OCCRP), Antonio Baquero (OCCRP), Nathan Jaccard (OCCRP), Sally Mairs (OCCRP), Alexander Dziadosz (OCCRP), Paul Vugts (Het Parool).
Diseño: James O’Brien (OCCRP)
Trabajo 3D: Edin Pašović (OCCRP)
Segunda de dos partes
Cuando se piensa en tráfico de drogas se suele evocar organizaciones de jerarquías rígidas lideradas por capos como Pablo Escobar o Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Hoy, la realidad es mucho más compleja.
Con un incremento de la demanda global de cocaína y mercados creciendo en Asia, África y Europa, los días en que un sólo cartel controlaba toda la cadena de suministro son cosa del pasado.
Ahora es mucho más frecuente que las organizaciones cooperen en redes fluidas, en ocasiones con cierta autonomía, para mover la cocaína a lo largo de las distintas etapas del transporte.
Para determinar cómo es esto en la práctica, OCCRP y sus socios pusieron el foco sobre un conglomerado de grupos y de criminales que trabajaron juntos para alimentar una de las autopistas de la droga más concurridas del mundo: la que une Latinoamérica con Europa.
- Hecho en Países Bajos
Con menos de 2.000 habitantes, Poortvliet es un pueblo rural de los Países Bajos con sus anchos bicicarriles, un molino de viento y una pequeña iglesia.
Una noche a finales de marzo de 2020, este paisaje bucólico se vio alterado cuando un granero empezó a arder, matando a docenas de ovejas y corderos y liberando un olor nocivo, según un policía neerlandés que investigó la escena.
Por la intensidad de las llamas y los restos químicos que se encontraron en el lugar, era evidente para el oficial de policía Freek Pecht, coordinador antidrogas, que “esto no es el típico incendio de un granero”.
Cuando una grúa retiró un caldero grande de los restos carbonizados del cobertizo, quedó claro que el lugar era en realidad lo que las autoridades neerlandesas han bautizado como una “lavandería de cocaína”. Un lugar en el que, según los fiscales neerlandeses, Hoyos Bohórquez tenía “un rol de liderazgo”.
Las hojas de coca tienen que ser sometidas a una serie de procesos químicos para convertirse en clorhidrato de cocaína, el polvo que se acaba vendiendo a los consumidores. Este proceso normalmente se realizaba en Sudamérica.
Pero en Europa, especialmente en España y los Países Bajos, han ido apareciendo cada vez más instalaciones para llevar a cabo el procesamiento de cocaína.
Uno de los motivos de la multiplicación de laboratorios es el aumento de métodos químicos más avanzados para camuflar la cocaína en mercancías legales. En algunos casos, los traficantes empapan productos como textiles o carbón con base de coca, una forma más básica de la droga, que luego extraen y procesan en Europa.
El laboratorio de Poortvliet fue puesto en marcha justo para hacer eso.
Según autoridades neerlandesas, esa estructura parecía haber sido utilizada para procesar tanto cocaína como drogas sintéticas.
Además del equipamiento de laboratorio, el granero alojaba un rebaño de ovejas y corderos.
En el espacio del cobertizo donde extraían la cocaína, la policía encontró calderas, serpentines calefactores, un microondas, una prensa y bidones de productos químicos.
Es habitual que quienes trabajan en estos laboratorios, y que muchas veces son trasladados desde Latinoamérica, coman y duerman dentro de las instalaciones hasta completar un encargo específico.
Sólo en 2022, la policía de los Países Bajos descubrió 17 laboratorios para extraer cocaína.
Las conversaciones encriptadas interceptadas por la policía neerlandesa muestran que Hoyos Bohórquez y su socio mexicano Alonso Alverdi Benavides estaban en los Países Bajos para supervisar la producción de droga. Mantenían un contacto permanente con sus jefes en Latinoamérica.
Según fiscales de los Países Bajos, dos ciudadanos neerlandeses jugaron un papel fundamental en la operación, al entregar 130.000 euros a Hoyos Bohórquez para que levantara un nuevo laboratorio después del incendio del primero.
Una vez procesada, la cocaína era enviada tanto a los miembros neerlandeses como latinoamericanos de la red, que la distribuían en los Países Bajos. Siempre, según los fiscales neerlandeses, “en grandes cantidades”.
- Haciendo caja
Con la cocaína pagándose a más de 40.000 dólares el kilo en los Países Bajos, los ingresos en efectivo eran muy importantes. Los mensajes cifrados interceptados por la policía permiten echar un vistazo a las ganancias del grupo.
Desde los Países Bajos, el mexicano Alverdi Benavides enviaba “listas de administración” a un individuo basado en México al que los fiscales neerlandeses no lograron identificar más allá de su nombre de usuario en EncroChat.
La lista reseñaba los pagos y las ventas de drogas de las tres semanas anteriores, dejando constancia de que Hoyos Bohórquez había recibido casi media tonelada de cocaína a casi 24.000 euros el kilo, y enviado de vuelta 8,5 millones de euros en ese mismo periodo.
Según los investigadores holandeses, Hoyos Bohórquez mandaba esos fondos a destinatarios en México y Colombia de forma directa o a través de terceros.
En 2020, durante cuatro meses, Hoyos Bohórquez transfirió cerca de 18 millones de euros mediante un “sistema de token”. Mediante ese estratagema, el receptor final de los fondos usa el número de serie de un billete que hace las veces de “llave” para retirar el dinero y mostrar que ha acabado en las manos correctas.
Miembros de esa trama presuntamente enviaron más dinero de vuelta a México a través de España. Una investigación española encontró que “grandes cantidades de dinero” fueron transferidas desde los Emiratos Árabes Unidos y Hong Kong a México a través de las cuentas bancarias de sociedades españolas.
Según la policía española, un empresario local ayudó a empañar el origen del dinero usando cuentas bancarias de compañías españolas para las transferencias, “con toda probabilidad eran producto del tráfico de estupefacientes”. La investigación sigue abierta.
Las autoridades no han divulgado quién recibía los fondos.
Pero, en paralelo, Alverdi Benavides ha estado bajo la lupa por sus conexiones en México. En marzo de 2022, lo arrestaron en una redada en una vivienda de lujo a las afueras de Ciudad de México. Ahí la policía buscaba a un presunto narcotraficante colombiano, Eduard Fernando Giraldo Cardoza, conocido por su alias Boliqueso.
Alverdi Benavides fue puesto en libertad por abusos cometidos durante la redada. Ni él ni Boliqueso respondieron a cuestionarios enviados por los periodistas.
Los periodistas descubrieron que Alverdi Benavides también había hecho negocios con una empresa financiera mexicana, Black Wallstreet Capital, que, según un portavoz de la Fiscalía de Ciudad de México, ha sido objeto de una investigación federal por transacciones “irregulares” y posible blanqueo de dinero. Los fiscales federales no respondieron a una consulta sobre la etapa de la investigación.
Al ser contactado, Juan Carlos Minero Alonso, dueño de Black Wallstreet Capital, dijo a OCCRP que Alverdi Benavides y un pariente se habían puesto en contacto con la empresa para que “se administrara la que dijeron era una riqueza obtenida en el sector de transporte de cargas y construcción cementera.”
“Hoy lo que a todas luces pretendían era hacer pasar sus recursos como lícitos al buscar tener negocios derechos con socios comerciales respetables y reconocidos”, indicó, añadiendo que hace dos más de años terminó cualquier relación con Alverdi Benavides porque no le gustaba su “forma de vida”.
Minero negó tener relación alguna con actividades presuntamente criminales y recalcó que dirigía “una entidad lícita, que pagaba impuestos, que hacía actividades reguladas y con total transparencia.”
Jorge Lara, investigador del Instituto Nacional de Ciencias Criminales, afirma que la falta de un sistema de monitoreo sólido lleva a que las investigaciones sobre blanqueo de dinero en México terminen en callejones sin salida. Entre 2018 y 2022, solo 7 de los 752 casos de blanqueo que llegaron a la oficina del fiscal general culminaron en procesos, es decir, menos del 1%.
“El crimen organizado está de fiesta”, dijo Lara. “Tanto por sus operaciones [criminales] como por la cantidad de recursos que están moviendo”.