Por José Vilchis Guerrero
En medio de rumores, el mediodía de este jueves renunció a la titularidad de la Secretaría de Gobernación la ministra en retiro Olga Sánchez Cordero, quien regresa a ocupar su curul en el Senado de la República como presidenta de la mesa directiva. Había rumores de que desplazaría a Ricardo Monreal, pero él mismo confirmó que se mantendría en el mismo puesto.
En este contexto de inestabilidad política, correrán los rumores sobre los motivos que llevaron a la ministra en retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación a dejar el mando político del gabinete presidencial.
En tanto, la oposición busca un líder.
En la confusión y en el despiste la oposición no ha logrado conformar una estructura ideológica ni ha encontrado un líder significativo que le haga sombra al presidente Andrés Manuel López Obrador quien ha encontrado en Ricardo Anaya un desfigurado opositor.
En su búsqueda de popularidad Anaya ha emulado grotescamente al tabasqueño en sus recorridos por municipios donde la pobreza de sus habitantes le sirve de pretexto para “exhibir” las políticas públicas del gobierno federal a favor de los pobres, como pregona todos los días el mandatario desde el púlpito del Palacio Nacional. Pero nadie le cree al panista.
¿Por qué? porque no tiene antecedentes que le acrediten haber estado del lado de los pobres ni en su vida pública ni en la privada luego de que se fue a residir en un exclusivo fraccionamiento de lujo en Atlanta con su familia, de donde regresó para dar la batalla por el 2024.
Decidió seguir el camino de Amlo para buscar la presidencia y un día se subió al metro para que lo vieran. Nunca había usado el medio de transporte de millones de pobres y clasemedieros “aspiracionistas”.
Desde el año pasado inició la búsqueda de la presidencia sin que el PAN, su partido, haya dicho esta boca es mía. Su campaña la ha realizado desde la comodidad de su cuenta de Twitter, a donde sube videos plagados de insultos al jefe del Ejecutivo. Pero el agua le llegó a los aparejos y mejor regresó a Atlanta, Georgia.
El miércoles temprano salió el video de Ricardo Anaya, quien no se quería perder los reflectores de la mañanera para retar al de Macuspana: que se presentaría a la misma hora, con el mismo juez y en el mismo lugar, si se presentaban sus hermanos Pío y Martín López Obrador en el Reclusorio Norte, donde fue citado por el juez para que responda de las acusaciones de haber recibido sobornos de Odebrecht, para que votara a favor de la reforma energética.
“De ellos hay video recibiendo dinero en efectivo. Las acusaciones contra mí son un invento tuyo en la boca de Lozoya. Por eso no hay pruebas”, y le preguntó: “¿No será que no puedes proceder en contra de tus hermanos porque el dinero que están recibiendo en esos videos era en realidad era para ti?”
López Obrador se enganchó y cayó en la provocación, porque respondió con insultos. Le dijo “chueco, hipócrita y mañoso”.
“Sabe muy bien que yo no persigo a nadie. No soy de malas entrañas. No odio. No soy igual a ellos. De manera mañosa me echa la culpa para buscar protección. Es como el que le arrebata la bolsa a una señora y empieza a gritar: ‘Al ladrón, al ladrón, al ladrón’. Que asuma su responsabilidad”.
Como lo ha dicho antes, ya sabes quién repitió: “En el caso de mis hermanos, igual, que la autoridad competente actúe. Yo no tengo que ver con la Fiscalía. Ya no es el tiempo de antes, en que el presidente le ordenaba al procurador lo que tenía que hacer”, aseguró.