Chávez, el Pueblo Decide la Vía Pacífica (XII)

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Secreto a Voces

Por Rafael Alfaro Izarraraz

En anteriores entregas hemos expuesto que el origen de las revoluciones, y de manera particular de las revoluciones pacíficas, es la existencia de una sociedad fundada en las desigualdades. Pero Latinoamérica y el Caribe, sus naciones y pueblos, además de pertenecer a esta subregión muy particular, las desigualdades se explican, además, por el hecho de que, de acuerdo a Enrique Dussel, junto a otras regiones como África, Asia y la India, contribuyeron con su existencia y cultura particular, así como con sus riquezas, al surgimiento y consolidación de la modernidad, luego de la conquista y el traslado de riquezas de estas regiones hacia las naciones del sur de Europa y luego noratlánticas, protestantes, diría Weber, dando origen a una narrativa metropolitana y colonial. Después de la Independencia y la conformación de Estados nación supeditados a los imperios económico/culturales, en el caso de Latinoamérica y el Caribe a una modernidad de tipo estadounidense (americana, dice Bolivar Echeverria) sustentada en el hiperconsumo y el considerar a esta subregión como su patio trasero.

El conquistado fue borrado del mapa. Con la conquista llegó la idea de que los seres humanos ya no eran iguales como se creía en el pasado, sino que estaban divididos en razas, blancos y negros, blancos y de tez amarilla, blancos y mestizos, blancos e indígenas, blancos y mulatos, naciones ricas de blancos y naciones pobres, imperios de mujeres y hombres de tez blanca y colonias, pueblos civilizados blancos y bárbaros, y que en esas dicotomías construidas por la narrativa europea (protestantes del norte de Europa y más tarde inglés/estadounidense, fundantes de la modernidad estadounidense), los blancos y las naciones más adelantadas en su desarrollo eran portadoras de un “destino” asignado por un Dios a núcleos de protestantes quienes, al arribar al norte del continente americano, barrieron naturaleza, rebaños y poblaciones locales (consideradas semihumanos) del ahora territorio del norte de América, dicen Anibal Quijano y Bolivar Echeverría.

En la actualidad, le corresponde al pueblo venezolano la virtud de haber puesto una barrera a la obscena política neoliberal en el mundo y de manera particular en Latinoamérica y el Caribe. Lo que hizo la revolución pacífica venezolana que aquí estudiamos, fue aparte de ser un eslabón con respecto a los movimientos altermundistas de los noventa y principios del siglo XXI y las luchas populares provenientes de Latinoamérica, recuperar la función de lo que Ernst Bloch llama la utopía o esperanza (ver Principio de Esperanza I). Venezuela, es un parteaguas de la historia mundial y local porque su revolución volvió a iluminar el camino que desde los Estados Unidos intentaron clausurar: ponerle fin a la historia y de proclamar a los Estados Unidos como el ideal al que debían aspirar todas las naciones del mundo, ante el significado que tuvo la caída del Muro de Berlín, en 1989, y la soledad de la que dispuso EU por unas décadas como potencia militar única, ante cuyo escenario los actos de insumisión quedaban desacreditados porque ya no había nada qué decir porque el mundo estaba ya concluido.

A la modernidad al estilo estadounidense que impuso una fascinación por el hiperconsumismo como una manera de su realización no tuvo más camino que el condicionar el desarrollo de otros pueblos a la producción de bienes agrícolas, la naturaleza y sus riquezas, para que trasladaran sus bienes hacia las fronteras en donde habita la población del vecino del norte y Europa. De manera particular, la modernidad estadounidense, extendiéndose hacia aquellas naciones poseedoras de recursos naturales que representan bienes energéticos, como el petróleo y en eso Venezuela es…

Carlos H.


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