
- Un homenaje al Cuerpo y la Sangre de Cristo entre fe, tradición y comunidad
- «Acerquémonos a la Eucaristía no como un premio, sino como una necesidad que nos transforma. Seamos comunidad, seamos reflejo del amor de Dios en el mundo».
Por Ana Valeria Castro
Toluca, México a 19 de Junio de 2025.- La Iglesia Católica celebró este jueves la Solemnidad del Corpus Christi, una de las festividades más significativas del calendario litúrgico, en la que se honra públicamente la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, con un profundo espíritu de fe, adoración y unidad.
La Arquidiócesis de Toluca fue escenario de una misa solemne que congregó a cientos de fieles en torno al altar, en un acto que no solo rememora un acontecimiento central de la fe cristiana, sino que también revive una rica tradición que mezcla elementos litúrgicos, culturales e históricos.
El origen de esta solemnidad se remonta al siglo XIII en Bolsena, Italia, donde se registró un milagro eucarístico que marcó profundamente la espiritualidad de la Iglesia, donde durante la celebración de la misa, una hostia consagrada comenzó a sangrar en manos de un sacerdote que dudaba de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Este hecho extraordinario impactó al entonces Papa Urbano IV, quien, motivado por el acontecimiento, instituyó en 1264 la fiesta del Corpus Christi como una celebración universal, buscando renovar la fe de los fieles en el sacramento del altar.
En este sentido, en la homilía durante la misa central en la Arquidiócesis, arzobispo de Toluca Monseñor Raúl Gómez González subrayó la importancia de esta solemnidad como «el momento culminante del encuentro con Cristo», recordando que la Eucaristía no es un acto aislado, sino la fuente y culmen de toda la vida cristiana.
Refiriéndose a la Segunda Lectura de la carta de San Pablo a los Corintios, recordó cómo incluso en los primeros años de la Iglesia ya se discutían conductas que desvirtuaban el espíritu comunitario del banquete eucarístico. «San Pablo no solo corrige; nos señala el verdadero sentido del compartir, de la comunión. No puede haber división ni privilegios frente al pan de vida que es Cristo», dijo el prelado con un tono pastoral.
Monseñor también hizo un llamado a no reducir la misa a una rutina o a creer que cumplir solo con «la parte más importante» basta. “Todo en la liturgia tiene sentido, cada gesto, cada palabra”, enfatizó, recordando que la centralidad de la celebración está en la presencia real de Cristo en su Cuerpo y Sangre, no en las menciones personales ni en la bendición final. «La procesión con el Santísimo es consecuencia de la misa, pero lo central es lo que vivimos en el altar», puntualizó.
El arzobispo concluyó su mensaje exhortando a los presentes a vivir esta solemnidad no como un simple rito, sino como una profunda experiencia espiritual: «Acerquémonos a la Eucaristía no como un premio, sino como una necesidad que nos transforma. Seamos comunidad, seamos reflejo del amor de Dios en el mundo».
Más allá de su sentido litúrgico, el Corpus Christi en México también es una expresión de sincretismo y tradición popular. En muchas regiones del país, esta fiesta es conocida como el “Día de las Mulas”, en recuerdo de los tiempos coloniales cuando los pueblos indígenas de Puebla, Tlaxcala, Morelos y el Valle de México acudían a la Ciudad de México para presentar sus ofrendas en la Catedral Metropolitana, transportadas en mulas.
Este animal, esencial en las labores cotidianas de la época, se convirtió en un símbolo de gratitud y esfuerzo. Hoy, su presencia permanece viva en las decoraciones, en figuras artesanales y en las procesiones donde aún pueden verse mulas reales adornadas con flores y cintas de colores.
En algunos de rincones de la entidad mexiquense, las calles se visten de fiesta en esta fecha. Las rutas de las procesiones se llenan de tapetes de aserrín, altares florales y papel picado, mientras las comunidades se organizan para integrar música, danzas tradicionales y vestuarios típicos, como el de los niños vestidos con manta, huaraches y sombreros, representando a los antiguos oferentes indígenas.
Esta vivencia popular no resta solemnidad, sino que añade una dimensión comunitaria y festiva al misterio eucarístico, haciendo tangible la expresión de una fe que camina, que se arraiga en la historia y se proyecta al futuro con esperanza.
Aunque tradicionalmente la festividad se celebra el jueves posterior a la solemnidad de la Santísima Trinidad, en memoria del Jueves Santo, día de la Última Cena, muchas diócesis han trasladado su celebración al domingo siguiente para facilitar la participación del pueblo fiel.
En los lugares donde se mantiene el jueves como fecha oficial, se trata de un día de precepto, lo que significa que los católicos están llamados a participar en la Santa Misa, no como una carga, sino como una manifestación de amor, gratitud y reverencia hacia Cristo presente en el sacramento.
En un mundo fragmentado por la división, la indiferencia y el individualismo, el Corpus Christi se alza como un recordatorio de unidad, comunión y servicio. Es una fiesta que nos invita a centrar la mirada en el altar, en el Pan que nos une, y a salir al mundo llevando en nosotros mismos la presencia de Aquel que se dio por entero: Jesucristo.
Más que una tradición milenaria, el Corpus Christi sigue siendo hoy una proclamación viva de fe, una fiesta que camina, canta, danza y transforma. Una jornada para renovar el compromiso con Dios, con la Iglesia y con nuestros hermanos.