Secreto a Voces
Por Rafael Alfaro Izarraraz
El Estado mexicano se reposiciona en la disputa que sostiene en contra de los grupos que producen drogas principalmente para ese complejo y oscuro mercado de consumidores estadounidense. La presidenta Claudia Sheinbaum ha considerado nuevas estrategias en el contexto de la toma de protesta de Trump como presidente. Se han presentado sucesos que demandan una reconducción de la estrategia que ha sostenido el Estado hasta este momento ante un fenómeno cuya narrativa de poder,que viene de los vecinos del norte, y que asegura, como si fuésemos tontos, que los grupos criminales son terroristas.
Esa narrativa oculta las vejaciones que ese país ha llevado a cabo entre las poblaciones musulmanas del Oriente medio y, por otro lado, redefine el problema del consumo de drogas y los narcotraficantes con el fin de invadir cualquier nación, incluido México. La visión de los gobiernos estadounidenses a partir de Nixon (Claire Bowes, de la BBC) había sido la de contemplar el fenómeno de la drogadicción como un problema de salud. Esa visión se ha ido alejando de esa interpretación y poco a poco fue sustituida por otras maneras de ver el fenómeno en donde a los consumidores de drogas han sido criminalizados.
De acuerdo a Adriana Luna Fabritius, las drogas es un producto cultural diverso que se propagó por todo el mundo y que, con el tiempo, lo que fue un consumo cultural se convirtió en un fenómeno que emerge por diversas razones: la desesperanza que ocasionó en la sociedad metida en guerras e invasiones llevadas a cabo por las naciones que originalmente eran contempladas como las guías de la humanidad hacia un progreso que encontraríamos “adelante”. El uso de las drogas con fines coloniales, en donde su consumo dirigido a los segmentos ubicados en la parte baja de la escala social favoreció la resistencia al trabajo de esclavos capturados en África y sometidos a brutales labores. Droga y esclavismo fueron de la mano.
Dice la autora, que durante el siglo XIX la naciente burguesía no se preocupó por el uso social de las drogas en los niveles más altos de la jerarquía social. Al opio, el tabaco y el alcohol, su consumo, lo veían como una manera de socializar. Algunas de los personajes de la vida intelectual europea eran excelentes consumidores de alguna de estas drogas, como el mismo Freud y el filósofo francés Jean Paul Sartre. Los gobiernos elevaron plegarias al cielo cuando su consumo alcanzó a las clases medias en el siglo XX y aparecieron las secuelas de su consumo como los crímenes en las calles donde se vendían estos productos libremente, al sumarse al consumo del LSD, la heroína, la cocaína y las anfetaminas.
El poder de las élites económicas es otro factor a considerar. La poderosa industria químico farmacéuticaque, a partir del siglo XX, fecha en que empezaron a producir medicamentos para aliviar síntomas corporales como la gripe, la tos, el cansancio, la disfunción eréctil, los resfriados, entre otros. El consumo de drogas fue ampliamente socializado a través de esta industria pues parte de las materias primas que se utilizaron en la producción de medicamentos fueron las ahora perseguidas anfetaminas. Como antecedente la industrialización,es conocido el uso “medicinal” de la cocaína y la heroína, incluido el México de fines del siglo XIX y principios del XX.
Uno más las guerras. La revolución en la industria químico farmacéutica estuvo ligada a las drogas psicoactivas, en Alemania, principalmente, expone Adriana Luna. Muy pronto se desplazó esa industria hacia Inglaterra y Estados Unidos después de concluida la Segunda Guerra Mundial en donde se empezaron a experimentar con otro tipo de sustancias. El uso de las drogas como parte de las tropas invasoras en Vietnam, fue conocido. Dice CalireBowes, en su reportaje, que dos congresistas hicieron un viaje de visita a las tropas estadounidenses y reportaron que entre el 10 y 15 por ciento de los militares utilizaban heroína.
Debió haber sido más, el uso de la droga ha sido utilizada por los generales de los ejércitos para “incrementar” el valor de las tropas ante tremenda monstruosidad. La industria químico farmacéutica. Pues tan solo en la Segunda Guerra Mundial la industria químico farmacéutica alcanzó una producción de 180 millones de tabletas que consumieron los bombarderos y el ejército para combatir y “elevar” el cuerpo más allá de las posibilidades que concede el cuerpo y la mente. Dice Adriana Luna que en realidad provocaban conductas psicóticas:
“Entre las sustancias preferidas por sus efectos placenteros o estimulantes de la libido estaban la heroína, los barbitúricos, esteroides anabólicos, tranquilizantes, alucinógenos, narcóticos sintéticos como la meperidina… el viagra -que pasó de ser un tratamiento para la disfunción eréctil a un afrodisíaco- y, por supuesto, las anfetaminas. Sin embargo, en el terreno de la experimentación química, fue en ese momento cuando se llegó al exceso con la inhalación de gasolina y el uso de los pegamentos. Es a raíz del uso de estos que hoy se habla de «abuso de sustancias» y «dependencia química»… Aunque se desconocen los detalles y alcances de esta fase, sabemos que a causa de la «popularización del consumo de drogas experimentales» se inició la controversia y el subsecuente control por parte del gobierno estadounidense”.
Consumir droga era parte del glamour en Estados Unidos como lo fue en Europa en los siglos anteriores, dice Claire Bowes, de la BBC. Cuando la narrativa coloca el peso de sus argumentos en el consumo de droga debido a la pobreza, se pude advertir la presencia de una narrativa que pretende desplazar el centro del debate del poder y las clases altas hacia los que han vivido los efectos: la población empobrecida. Por supuesto que el empobrecimiento de la población es uno de los factores a tomar en cuenta, pero sostener que la pobreza es la causa del consumo y de la existencia de grupos criminales es una manera de desviar la atención del centro hacia una discusión periférica que no lleva a otro camino que salvaguardar el orden político. Los ricos y los políticos son impolutos.
La industria químico farmacéutica estadounidense vivó y sigue viviendo una época dorada porque las anfetaminas eran vendidas y prescritas legalmente, hasta que médicos suecos advirtieron de los efectos psicóticos. Aquí inicia la época en la que se promueven un conjunto de normas para su consumo y protección de la poderosa industria químico farmacéutica. Por un lado, se considera ilegal el consumo de lo que el gobierno estadounidense considera “drogas” y, por otro lado, a los que en el pasado consumían drogas y eran enviados a centros de rehabilitación, ahora son llevados a un cuarto con rejas, a la cárcel, le cometan a Bowes funcionarios que en la época de Nixon miraban a los consumidores como enfermos a los que se les debería brindar atención.
Se puede deducir que las normas que se aprobaron en EU, y luego le siguieron el todo el mundo, buscaron proteger a la gran industria químico farmacéutica tan poderosa en nuestros tiempos orientada al “cuidado” de la salud de los cuerpos. Ante la prohibición, surgieron los laboratorios clandestinos para cubrir el mercado que quedó vacío por las restricciones legales y los grupos de narcotraficantes. Su combate es crucial para el modelo económico posmoderno neoimperial pues implica que se salga de control el mercado farmacológico y el control de los cuerpos, sin que esto justifique la acción de grupos de narcotraficantes.
El ahora presidente Trump ha llevado la narrativa hasta puntos en los que se aleja la visión del consumidor de drogas que requiere atención. Lo ha elevado al punto de que los narcotraficantes son los responsables de que existan consumidores en su país. A su alrededor está una oligarquía que a decir de Biden, representa un serio peligro para el futuro de EU. Entre ellos figuran las asociaciones ultraderechistas vinculadas a la producción de armas.Si el sistema de producción de armas, el complejo militar estadounidense, no vendiera armamento a los grupos productores de drogas en México, éstos no representarían un reto al sistema de seguridad mexicano ni para los estadounidenses.
La lucha contra los grupos de narcotraficantes debe, a la vez que se les combate, combatir también la pobreza. Y nunca olvidar que la causa es profundamente política y de poder. El sujeto libre y autónomo no pudo sobrevivir a la posmodernidad, subraya Luna.
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