Secreto a Voces
Por Rafael Alfaro Izarraraz
Tanto la navidad como el año que termina e inicia es propicio para renovar nuestros deseos y aspiraciones personales y familiares, pero siempre es bueno no olvidar que lo personal, lo familiar o la nación misma, es parte de un todo y que, en última instancia, formamos parte de la hominización y nuestra biografía personal no puede entenderse sin concebirnos como un eslabón. por pequeño que sea, parte de la antropohistoria a la que es imposible renunciar porque de hacerlo muy pronto nos daremos cuenta de que la vida nos lo puede cobrar y a un precio elevado.
Más allá de la relevancia que Sloterdijk le concede a la tecnología, o debido a la relevancia que le otorga, sin duda resulta interesante el llamado que hace por repensar a mujeres y hombres, o al hombre, como clásicamente la narrativa filosófica lo enunciaba en el pasado. De acuerdo a este mismo autor, hasta el momento, lo que existe como proyecto humano porque no es otra cosa que un proyecto, es lo monstruoso (saliéndose de la narrativa de la modernidad y la postmodernidad) y eso amerita una profunda revisión de lo que hasta ahora hemos sido.
La importancia de repensarnos como mujeres y hombres, como humanidad, es comprender que, aunque mexicanos, en realidad todos los que habitamos el planeta y vamos en el mismo barco, como diría el filósofo alemán. Y es que sin ser un aguafiestas, los festejos de fin de año y el inicio de un año nuevo, no dejan de ser tradiciones que limitan nuestro pensamiento y nos colocan como pensadores cuya preocupación, alimentada por las redes y los medios de comunicación masiva, se concentran en la alimentación, los festejos y los limitados deseos para el año entrante.
Todo se repite y la falsa felicidad que se promueve no deja lugar a considerar que durante el año que apenas concluye estuvimos a punto de que se activaran misiles nucleares estadounidenses y rusos. Lo que hace imprescindible que repensemos nuestra manera de valorar el hecho de habitar el planeta y concebirnos como mujeres y hombres bajo otro tipo de origen y nacimiento distinto al que es dominante. Los festejos en torno a las divinidades no han redituado más que una especie de adormecimiento mental porque no somos herederos de ninguna divinidad.
Hace apenas unos días en los canales de la televisión pública entrevistaron a Juan Villoro acerca de una obra de reciente publicación de la que él es el autor titulada No soy un robot, en la que cuestionaba un suceso histórico trascendente. Por primera ocasión los seres humanos reportamos nuestra condición humana ante una máquina. De ahí la importancia de reflexionar profundamente sobre la propuesta de Sloterdijk para quien lo que ahora se dado en llamar humano, no es otra cosa que una creación monstruosa.
Otro ejemplo de lo monstruoso es la patente y absurda actividad de crear guerras o escenarios de violencia, como el narcotráfico, porque es menester mantener la industria armamentista principalmente en los Estados Unidos, el IV sector de la economía según E. Mandel. La guerra ruso-ucraniana, por la misma razón, es posible que al tomar posesión Trump como presidente lleve a la práctica el anuncio que ya hizo de terminar con la guerra. No son los ucranianos, el pobre pueblo sacrificado, los que decidirán sino los principales productores de armas en el mundo e impulsores de invasiones y guerras por todo el mundo.
Las mujeres y hombres cuya vida ha derivado en lo monstruoso (Sloterdijk, no reflexiona la invasión europea a otros continentes como una monstruosidad, pero aquí lo señalamos) son el resultado de un suceso analizado por la onto-antropología destacada por Sloterdijk. Para Sloterdijk lo monstruoso que lo es por supuesto, está en el lanzamiento de la bomba atómica sobre las poblaciones de Hiroshima y Nagasaki, que ahogaron las esperanzas puestas en el progreso como filosofía de la modernidad euroestadounidense. Incluye, igualmente, el rebasar la línea con respecto a la creación de vida artificial como lo ocurrido con la oveja Dolly, en 1997 y el paso a la creación de humanos.
La mujer y el hombre a los que refiere Sloterdijk (el hombre) no son los “humanos” que emergieron de la evolución darwiniana, de las teorías biológicas positivistas o de la mitología religiosa. Mujeres y hombres son el resultado de un proceso histórico que el ubica en “el claro”, un concepto tomado de la filosofía heideggeriana. El claro se ubica entre la naturaleza (circunmundo) y el mundo. Dice que los animales viven en la jaula del circunmundo. Mujeres y hombres salieron de la naturaleza y constituyeron un mundo. El claro es la apertura al mundo y tiene como antecedente la inexistencia del hombre, la oscuridad.
En el claro aparece desde una perspectiva antropológica la casa como el lugar en el que ocurre el proceso de hominización. La casa (sin necesariamente referirse a espacios arquitectonico aunque también lo es) donde ocurre la hominización y el uso de la tecnología crearon un mundo que “protegió” a los homínidos de las adversidades del ambiente natural. En el claro la casa constituye el espacio y territorio en el que mujeres y hombres fueron domesticados, amansados, porque ahí encontraron las condiciones propicias para abandonar la vida en el mundo animal y natural al que pertenecieron. Por lo que se inicia una era de domesticación (de doma que significa hogar, casa) y eliminar las reminiscencias de su pasado.
Sloterdijk utiliza la metáfora de las “esferas”, en donde se alberga el poder ser. Se trata de un espacio distinto al que conocemos como espacio físico porque pertenece a un tiempo en donde las dimensiones teóricas de lo físico no existían. Se trata de un espacio matriz, de un invernadero en el que mujeres y hombres pueden tener a sus hijos, desarrollar tecnologías que condicionarán su existencia porque ahora tendrán tiempo para “pensar” sus actos como el lanzar una piedra, mirar serenamente el firmamento y donde los coexistentes se transforman de lo natural al mundo que develarán y del que serán el ser en el mundo.
Cuatro mecanismos contribuyeron a la hominización, domesticación y amansamiento: la insulación, es decir la creación de espacios aislados como por ejemplo para la procreación; la tecnología, como el lanzar una piedra que impulsa a teorizar sobre los efectos lo que transforma al sujeto que la lanza y le concede a mujeres y hombres la oportunidad de abandonar la oscuridad; aparece la verdad como parte del éxito o del fracaso de los actos que ejecutan los primeros hombres y mujeres, alejada de estrategias falsificadoras; finalmente, la exclusión corporal, en donde se adquiere un cierto refinamiento y la no participación en actos directos con respecto al ambiente natural que dio como resultado al sapiens.
Bajo la anterior lógica, no ocurrió un proceso de selección, sino de maduración intelectual que condujo a la ruptura con el orden natural creando un mundo únicamente pensado por los recién llegados. El adiestramiento y domesticación que ocurre con la hominización y el refinamiento corporal y del pensamiento, coexistió con un tema que es característico de los humanos: la infantilización debido, en parte, a lo prematuro de su nacimiento. Es decir, que los humanos debido a los procesos de hominización, domesticación y adiestramiento, del criadero, alejados de la vida propiamente natural, la infantilización se mantiene hasta en la adultez y vejez, combinado con lo prematuro.
La visión de Sloterdijk no deja el tono euroestadounidense, sin embargo, la mirada de la actual sociedad como decadente, monstruosa, es irruptiva. Por supuesto, ocultada por un conjunto de acciones (la educación, división del trabajo, la política, las redes, el Estado, los imperios, la racialización de las sociedades, los medios de comunicación, la ideología, la religión, los transgénicos, la biotecnología, las guerras, la tecnología, las costumbres y las tradiciones, las instituciones, entre otros tantos temas) que tratan de eludir el otro origen de mujeres y hombres, lejos de la biología y la evolución.
Parece necesario reconstruir todo y empezar en 2025.