Por Joaquín H. Vela González
Una vez publicada la Reforma Constitucional al Poder Judicial de la Federación, corresponde continuar con las leyes reglamentarias que atienden la esencia del sistema de procuración y administración de la justicia. En un país como el nuestro en donde la justicia no existe, la Reforma debe continuar hasta corregir las estructuras de la mayor parte del aparato judicial. Se debe reestructurar el conjunto de aspectos que debería haber regulado el Consejo de la Judicatura Federal. La vigilancia de los juicios, los magistrados, los jueces y el conjunto del aparato judicial y sus prácticas viciadas deben ser desterradasa profundidad.
Erradicar de raíz casos de personas encarceladas por 20 años, a los que ni siquiera se les ha juzgado, práctica permanente y discrecional que utilizan los jueces para entorpecer los juicios y cobrar por ello. Es incongruente que la Reforma Laboral realizada en nuestro país hace 5 años establezca que ningún juicio laboral debe durar más de 6 meses y no lo apliquemos todavía a todo el procedimiento de la justicia nacional. El meollo de la corrupción y de venta de justicia en contra de quien no pueda pagar por ella, es un imperativo para lo que viene. Todo ello genera un gran aparato de corrupción que termina funcionando en contra del pueblo. El esquema de justicia para los poderosos debe ser totalmente erradicado.
La esencia de la Reforma aprobada debe llegar al ciudadano y no debe perderse en ningún momento esta meta. Si realmente aspiramos a construir un Estado de Derecho, todos los ciudadanos debemos señalar los vicios de la vieja procuración y administración de la justicia y hacer propuestas para corregirlas. Faltan también las Reformas a las estructuras de las 32 entidades federativas, denominadas como fuero común.
Por mandato de la ley, los delitos pueden ser del fuero común o del fuero federal, es decir, que se persiguen al interior de los estados o en toda la República. Los delitos del fuero común son los que afectan directamente a las personas en lo individual, los que se cometen con mayor frecuencia en la vida cotidiana de los ciudadanos.
Durante los 36 años de los gobiernos neoliberales se realizaron reformas a todos los niveles para adecuar las estructuras de impartición de justicia a los intereses de la clase dominante. Todo el peso de la ley para el pobre que robaba un pan para llevar alimento a la mesa de su familia y toda la impunidad para los millonarios como Salinas Pliego, que nunca ha pagado impuestos a lo largo de muchos años. Esa es la justicia que hemos padecido. Es necesario crear una nueva legislación que quite la enorme cantidad de lagunas legales, que son el instrumento del que se agarraron durante muchos años ministerios públicos y juzgadores por lo que, los mexicanos hemos padecido un sistema judicial de terror, ya que lo que menos procura era precisamente “justicia”
Después de conseguir en las últimas elecciones una mayoría aplastante que significa que la población mexicana votó por realizar cambios profundos tanto en la estructura económica y social, como también en los temas de procuración e impartición de justicia. Tanto la Presidencia como las Legislaturas tienen de manera urgente que aplicarse en este tema. No hacerlo significaría no respetar el mandato popular al que se deben. Es necesario revertir las reformas realizadas durante el neoliberalismo en un proceso de permanente consulta a la ciudadanía. Una reforma desde abajo -con la participación popular- sería la forma más adecuada para hacerla. En esencia hay que entregar el poder al pueblo.
Cómo se podrá apreciar el trabajo de reformar la estructura con la que funciona actualmente el aparato de justicia, haciendo realidad la democracia participativa, no es una tarea que se pueda posponer. Es más, me atrevo a asegurar que los “intereses creados” en estos espacios -los juzgados de distrito- son iguales o mayores que los de la Suprema Corte de la Nación. Terminar con los “Grandes Negocios” de la corrupción en la procuración e impartición de la justicia en todos los niveles, será una tarea de grandes proporciones, pero vale la pena por nuestro país y nuestro pueblo. Cumplamos cada quien nuestra responsabilidad, hay que empezar ¡ya!
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