
Opinión Por Retana Ramírez
Dos mujeres disputan hoy el poder, una de ellas gobernará por vez primera la entidad más importante del país, gobernada siempre por varones; cada una con su propia estrategia y la de sus partidos que las apoyan y con un discurso que en las precampañas delineó algunas de sus ideas generales. Es desde luego un evento histórico que sean dos mujeres las mejor posicionadas para ganar y ello es en buena medida resultado de los avances democráticos en la equidad de género en el estado y en el país. Pero de trata no sólo de un cambio a mujer gobernadora, sino de una transformación de fondo y con responsabilidad.
Primero quisiera poner de relevancia y muy rápidamente la importancia de la mujer en la lucha por la democracia. En Grecia, la cuna de la democracia, la mujer era marginada del demo; la política era ocupación exclusiva de los varones, de los hombres libres que asistían al ágora o plaza pública para debatir con sus mejores argumentos los asuntos concernientes a la ciudad. Atenas era el paLas radigma de la democracia, pero sin las mujeres. El cuestionamiento a esta situación no vino de los grandes filósofos, Platón y Aristóteles, a quienes debemos los fundamentos teóricos de la democracia, sino de la comedia de Aristófanes, cuya obra intitulada Lisístrata muestra la rebelión de las mujeres inconformes con la manera en que se conducían los asuntos de la ciudad, particularmente por la guerra entre atenienses y espartanos que tantas desdichas les había traído. La huelga de sexo emprendida por las mujeres de ambos bandos y conducida por Lisístrata obligó a los guerreros a terminar con el conflicto armado; el Eros se impuso al Tánatos, para usar el lenguaje de Marcuse. Dicho de otra manera, era mejor hacer el amor que la guerra.
La figura de Lisístrata es el primer símbolo del que tengamos noticia de la rebelión de las mujeres para ser tomadas en consideración en las decisiones de la sociedad; es la reivindicación de la equidad de género, como se dice ahora. Desde entonces para acá la mujer sigue recorriendo un largo camino para lograr la igualdad sustantiva. En México, de la conquista del voto de la mujer en 1953 a nuestros días hay también un sendero de reivindicaciones que no termina, pero que ha obtenido importantes logros, el más significativo es el reconocimiento constitucional de la paridad de género en los órganos de gobierno. Un paso que todavía requiere concretarse en la realidad ya que sigue habiendo más varones en los órganos de gobierno del Estado.
Hasta ahora, después de la independencia, la reforma y la revolución, en las que intervino el estado de México, no ha gobernado ninguna mujer, a diferencia de otros estados que tuvieron una gobernadora, la primera de las cuales fue Griselda Álvarez del PRI en Colima en 1979. Lo que muestra la muy particular visión patriarcal de la clase política del estado de México que ha mantenido la gubernatura por más de 90 años y, por si fuera poco, todos los gobernadores han llevado, de una u otra manera, el signo del Grupo Atlacomulco.
Es por ello de trascendencia histórica que la titularidad del ejecutivo estará en manos de una mujer. Aunque hay que decir que esto no garantiza por sí mismo un buen gobierno. Recordemos dos casos extremos de otras partes del mundo, el franco autoritarismo de Dina Boluarte en el Perú de hoy y de Jeanine Áñez en Bolivia, condenada a prisión a mediados del año pasado. Ambas llegaron a la presidencia de su país por golpes de Estado “blandos” impulsados por las oligarquías de ambos países. En el caso de México hay actualmente nueve mujeres que son titulares del poder ejecutivo en sus estados, incluida Claudia Sheimbaun de la Ciudad de México, que aspira a la presidencia de la república y encabeza las encuestas. De ellas dos aparecen entre las 10 mejores evaluadas (ver CResearch, febrero 2023). Ninguna gobernadora o exgobernadora ha tenido problemas serios con la justicia, lo que habla bien de su gestión.
De una mayor trascendencia será si el gobierno de la primera mujer gobernadora en el estado de México encabeza un cambio verdadero, empezando por desplazar por vez primera en casi cien años a los miembros de la clase política priísta; sin venganzas, pero sin impunidad para quienes habiendo hecho mal uso de sus cargos públicos se hayan enriquecido. Existe la posibilidad de un nuevo pacto social que de pie al cambio de régimen, no solo de gobierno, para beneficio de los más pobres, de los más desiguales en todos los ámbitos, mujeres, minorías sexuales de todo tipo, desempleados, indígenas, personas en situación de calle, campesinos, obreros, amas de casa, etc.
En fin, hay la posibilidad de un cambio de paradigma del desarrollo estatal que lo coloque en los primeros planos de la justicia social en el país, no como ahora sucede; un cambio en el cual los derechos humanos sean el eje del gobierno en una búsqueda incansable de que se hagan realidad para todos los mexiquenses y que estos cuenten con los instrumentos legales e institucionales, además de organizativos para hacerlos cumplir. Se trata de un proyecto que ponga por delante el abatimiento de la inseguridad y la violencia, que genere paz y no más muertes, asaltos, extorciones, etc. que retome el crecimiento económico, se mejoren los ingresos y se distribuya mejor la riqueza, combata de manera efectiva la corrupción y se aleje de las prácticas nefastas que se han impuesto, expresadas en frases como “Político pobre, pobre político”, o “Lo que se compra en política sale barato”, que hacen ver que la política en el estado es utilizada como instrumento de enriquecimiento y para engañar al pueblo de que se le está sirviendo. Hoy se tendrían que invertir los papales y crear más mecanismos de participación para que el pueblo decida y avanzar cada vez más hacia el ideal de la democracia como gobierno del pueblo o, para utilizar una frase zapatista: “mandar obedeciendo”.
Fortalecer la democracia implica mayores conquistas en libertades individuales y colectivas, el acceso de todos y todas a la educación, la participación social en los beneficios del desarrollo científico y tecnológico, el cual es prioridad para afrontar los retos del siglo XXI. Estas son solo algunas ideas que me parece van más allá de solo un cambio a mujer gobernadora, de por sí importante. No sólo mujer en el gobierno, sino transformaciones de fondo con responsabilidad.
rupertoretana@yahoo.com.mx




