La Guardia Nacional

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Secreto a Voces

 

Por Rafael Alfaro Izarraraz

Las estrategias de seguridad de los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto terminaron en el fracaso. Lo anterior, muy a pesar de que en general se dio un incremento al presupuesto destinado a la seguridad pública, duplicándose y un poquito más entre ambos sexenios. Los recursos pasaron de 306 mil millones en 2006 a 648 mil millones de pesos en 2017 (Ver Gerardo Hernández y Carlos Romero: La guardia nacional y la seguridad pública en México). 

    En ambos casos, el incremento del presupuesto no derivó en la disminución de la inseguridad debido a que el sentido de la estrategia fue contradictorio. El dinero se destinó al fortalecimiento de los organismos de seguridad existentes, caducos y de un México de otros tiempos, en los tres niveles de gobierno, la policía federal, las policías de las entidades locales y los cuerpos de seguridad municipales. Desde el gobierno de Calderón la seguridad pública ya contaba con la actuación del ejército.

    Como ya es del dominio público, la estrategia seguida por Calderón tuvo como fondo lograr legitimar a su gobierno. Su principal colaborador, su brazo derecho en materia de seguridad pública, Genaro García Luna, fue aliado de los grupo criminales. Peña llevó una estrategia de focalizar la respuesta del ejército al confrontarse con bandas criminales (Tlatlaya), excediendo la violencia, mientras en entidades y municipios se establecían pactos no escritos de coexistencia con el crimen.

    A diferencia de las acciones que se llevaron a cabo en el pasado para terminar con la guerrilla en donde todo el entorno local e internacional se posicionó como uno solo para exterminarlos, las políticas contra la violencia generada por los grupos criminales ha sido más condescendiente por todos lados que se le mire: les venden armas, los protegen, hacen pactos con ellos, a veces se les medio combate, otras veces la autoridad es omisa o es parte de ellos.

    A pesar de que a partir de 2018 el pueblo le dio un giro a la dirección que venía tomando el Estado y el gobierno, durante el primer año de la transformación la dinámica de los anteriores gobiernos continuó expresándose en datos alarmantes con una tendencia estadística al alza, dos mil 786 más homicidios dolosos comparado con el último año de gobierno de Peña Nieto, prácticamente todo 2018. 

    La estructura policial, encargada de la seguridad pública, de los diferentes niveles no funcionó a pesar de un mayor presupuesto. Se transformó en una necesidad imperiosa y urgente crear una Guardia Nacional que implicara la formación de un nuevo cuerpo de oficiales dedicados a la seguridad en todo el país, que no estuviera comprado por el crimen organizado como ocurría y ocurre todavía con las policías de los estados y municipios.

    De que certeza va a partir un ciudadano cualquiera como ocurre cuando habla a la policía municipal para denunciar los actos de grupos del crimen organizado, si quien le contesta del otro lado de la línea es precisamente un integrante de alguna banda o quien les pasa información. Evidentemente, no debemos generalizar porque existen buenos policías, pero es claro que la tecnología y la formación de estos grupos pertenecen a un México que ya no existe.

    Las estructuras policiales encargadas de la seguridad pública pertenecen al México del siglo pasado, inclusive al México en el que todavía prevalecía el mundo rural. Las estructuras de las policías federales, estatal y municipal, son parte del México rural. Ni siquiera responden al México que vivió una transición de lo rural a lo urbano. El crecimiento de las ciudades y los fenómenos que trajeron pasaron de noche para los políticos. La lucha por la seguridad se convirtió en un “montaje” porque además no dan pie con bola.

    Se continuó con las antiguas estructuras combinado con el uso de las policías para amedrentar opositores, en asaltar a los obreros, borrachines y conductores de autos, porque deben de pasar una cuota al jefe, arreglar las patrullas o motos y emparejar su salario. Existen municipios en los que los policías ni siquiera cuentan con armamento o patrullas. Los integrantes de los grupos criminales amenazan y cachetean a los policías cuando tienen algún altercado entre bandas y policías municipales. 

    Los grupos criminales que operan territorialmente utilizan mejores armamentos y disciplinan a los grupos anteriormente se dedicaban a “asaltos menores”. Ocurrió un salto de “calidad” en el tipo de delincuencia. Claro que las academias de policía o escuelas de educación superior que se han creado para atender el fenómeno de la inseguridad de alguna manera han sido útiles, pero no se ha socializado porque esa política no alcanza para lo que se requiere. 

    Ante el panorama que heredemos del neoliberalismo se requiere de un golpe de timón, como el que ha iniciado la actual administración. Primero y antes que nada entender que el problema de inseguridad no es un problema de policías y ladrones como en el pasado. Se trata de un fenómeno social relacionado con la injusticia. Pero no solamente eso, en el contexto geopolítico contemporáneo, la inseguridad, su análisis, debe incrustarse en el marco de la globalización y de fuerzas políticas, económicas, de guerra, de poder y dominio internacionales.

     Si la violencia que vivimos solamente se limitara a nuestras fronteras podría entenderse de que es un asunto solamente nuestro, pero cuando la misma violencia se reproduce en casi todo el mundo y en algunos casos con las mismas características, entonces se trata de algo más que un problema local. Es importante esto porque entonces tenemos que entender que se trata de un “juego” que rebasa nuestras fronteras y, por tanto, es un factor que no debemos de olvidar al delinear qué hacer.

    China, Rusia y EU se disputan la hegemonía mundial. En ese contexto, la aparición de los grupos criminales como generadores de violencia ha sido utilizada por nuestros vecinos del norte para invadir naciones e inclinarlas a su bando. Con el pretexto de ayudar a las naciones a controlar la violencia Ken Salazar nos ha urgido para que permitamos el ingreso de tropas estadounidenses a nuestro territorio como lo hicieron en Colombia, en donde la violencia sigue.

     Estas fuerzas globales no quieren ejércitos locales fuertes e independientes porque va en contra sentido de sus deseos. No quieren que los ejércitos como el mexicano sea independiente de sus escuelas e ideologías y se fortalezca en número y espíritu, es decir, que crezca en número incorporando a la Guardia Nacional (encargada de la seguridad pública) y asuma funciones como construir aeropuertos, trenes, bancos, etcétera, y que se empiece a vincular con los intereses populares de cada nación. 

   Todo ello es alinear los planetas en favor del pueblo y ni a la derecha mexicana  y del exterior le cae bien.

raizarraraz@gmail.com

Frida C.


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