Laboratorio Electoral
Por Efrén Ortiz Álvarez
Pese al rechazo de su reforma eléctrica, AMLO ha reafirmado su intención de presentar más iniciativas al Congreso de la Unión, entre ellas, una relacionada con la Guardia Nacional y otra en materia electoral; esta última pretende que los consejeros electorales del INE y los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) sean electos a través del voto directo de la ciudadanía —actualmente son designados por la Cámara de Diputados y de Senadores, respectivamente—, así como disminuir el número de diputados y senadores de representación proporcional, los famosos pluris.
Mucho se ha debatido en torno a los verdaderos alcances que podrían traer consigo estas propuestas, por un lado el bloque opositor (PRI, PAN, PRD y MC) y algunos consejeros del INE se oponen a que sea el pueblo quien elija a los responsables de organizar las elecciones y contar los votos. Argumentan que “es un disparate que el árbitro electoral se convierta en actor político”. Quienes la impulsan sostienen que con esta propuesta se “acabarán los acuerdos cupulares, contrarios al interés del pueblo”. Lo cierto es que al igual que en el modelo actual, consejeras y consejeros no serían ajenos a los intereses de quienes los propusieron.
Una de las propuestas que paradójicamente ha resultado atractiva para un segmento importante de la población, es la desaparición de los senadores y diputados pluris. Y digo paradójico porque la mayoría de votos en un distrito uninominal (salvo casos atípicos) equivale a la sumatoria de sufragios en favor de todos los partidos políticos cuyos candidatos no obtuvieron el triunfo. Los legisladores de representación proporcional surgieron para darle voz y voto a las minorías, desaparecerlos es retrotraerse al modelo del antiguo régimen. ¿Podría este poder soberano representar la voluntad general para atender el interés común? Para que la voluntad sea general, no es siempre necesario que sea unánime, pero sí es indispensable que todos los votos sean tenidos en cuenta (Rousseau, 1762).
Habrá que estar muy atentos a lo que suceda con la llamada reforma electoral, dado que existen más de 100 iniciativas congeladas en comisiones del Poder Legislativo. Resuenan propuestas interesantes que sugieren la introducción demecanismos innovadores, como el voto electrónico o la ampliación de acciones afirmativas a favor de grupos vulnerables.
Sin embargo, también comienzan a resucitar añejos y peligrosos apetitos con el propósito de centralizar nuevamente la función electoral, por ejemplo, desapareciendo a los institutos y a los tribunales electorales locales.
También se cocinan propuestas que, muy seguramente, a más de uno nos generan confusión; por ejemplo, a mis manos llegó un documento del Senado de la República en el que proponen que los presos puedan ejercer su derecho al voto: habrá que comenzar a preguntarnos cómo funcionarían las casillas en un penal: ¿Quiénes contarán los votos… los reos que fueron condenados por robo o los violadores?
México ha sido un laboratorio de reformas a nuestro sistema electoral. Ya se convirtió en tradición que las fuerzas políticas derrotadas en una elección, propongan novedosos y truculentos mecanismos que les puedan beneficiar en el siguiente proceso electoral. O peor aún, que la fuerza política predominante utilice el poder de la mayoría legislativa para desaparecer a la oposición. Esperemos que quepa la prudencia en todas las fuerzas políticas y que estén conscientes que la patria los necesita, en su mejor versión, para impulsar proyectos y políticas públicas que realmente tengan impacto positivo en el bien común. Usted juzgue.