El Choque que Viene

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Al frente de la Embajada más importante de la diplomacia mexicana, Moctezuma tendrá que lidiar con un gobierno al que AMLO le tiene mala fe…

Por Dolia Estévez

Washington, D.C.— En medio del contingente de seguridad más imponente jamás visto en territorio estadounidense, Joe Biden prestará juramento en las escalinatas del emblemático edificio que fue asaltado y saqueado por sediciosos instigados por Donald Trump hace dos semanas. Como jefa de misión, la Embajadora Martha Bárcena será la única representante oficial de México en una ceremonia a la intemperie, con protocolo y lista de invitados reducidos al mínimo.

    George Washington, primer presidente de Estados Unidos en prestar juramento en 1789, consideró que la joven democracia no se consolidó con su elección sino en la transferencia pacífica de poderes a su sucesor. Podemos decir que con la ceremonia de investidura mañana se preservó ese legendario principio. No obstante, haber tenido que desplegar a 25 mil efectivos militares para hacerla posible habla de la fragilidad de la democracia estadounidense.

   Trump será el segundo presidente en la historia que se marchará sin reconocer su derrota y negándose a asistir a la investidura de su sucesor. Los historiadores comparan la desafiante situación actual con la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil, el macartismo y Watergate. Las medidas que se han tenido que tomar para responder a un posible escenario de violencia de los seguidores de Trump evoca la operación para introducir secretamente a Lincoln en Washington para que pudiera prestar juramento por temor a que fuera atacado.

   La Secretaría de Relaciones Exteriores pidió en diciembre al gobierno lameduck de Trump el beneplácito con el deseo de que fuera Esteban Moctezuma Barragán, nombrado sucesor de Bárcena, quien representara a México en el cambio de poderes. Sin embargo, el Departamento de Estado de Trump no ha respondido pese a que ya pasó el tiempo promedio de un mes que generalmente tarda en decidir.

   La exoneración de Salvador Cienfuegos, la divulgación de un documento confidencial de la Corte Este de Nueva York y la acusación de López Obrador de que el caso contra el secretario de la Defensa de Peña Nieto fue “fabricado” por la DEA, indignaron al equipo de transición de Biden. Si el gobierno de Trump no palomea a Moctezuma en las escasas horas que le restan en el poder, no se puede descartar que la acreditación sea usada para enviar un mensaje de inconformidad por parte del nuevo gobierno.

   De acuerdo con la Convención de Viena, el estado receptor puede negar el beneplácito sin dar razones. Las ausencias de respuestas en tiempos razonables pueden ser interpretadas en la diplomacia como mensajes políticos por parte del estado acreditante.

   No creo que sea el caso. El caos burocrático en Washington derivado de la falta de cooperación del gobierno saliente con el entrante en la transición puede ser la explicación de la no respuesta del beneplácito para Moctezuma. Las peticiones de acreditación de todos los países son sometidas a un riguroso escrutinio de antecedentes y de consultas entre agencias, incluida la Dirección Nacional de Inteligencia que comprende a la CIA. El Departamento de Estado tiene la última palabra.

   Los nexos de Moctezuma con Salinas Pliego y Elba Esther Gordillo, ampliamente conocidos en esta capital, no agradan en ciertos círculos, pero difícilmente pueden afectar su acreditación. Con todo, su nombramiento no deja de ser percibido como un favor de AMLO a Salinas Pliego, su poderoso ex jefe.

   Salinas Pliego fue acusado de fraude por la Security Exchange Commission (Comisión de Bolsas y Valores) en 2005 y vetado por cinco años en el mercado bursátil de Nueva York como parte del arreglo fuera de corte que alcanzó. Moctezuma, quien en ese entonces fungía como director ejecutivo de la Fundación Azteca del Grupo Salinas, no fue implicado.

   Al frente de la Embajada más importante de la diplomacia mexicana, Moctezuma tendrá que lidiar con un gobierno al que AMLO le tiene mala fe y con el que ha decidido chocar. Moctezuma tiene experiencia en manejo de crisis de cuando negoció con los zapatistas en calidad de titular de Gobernación de Ernesto Zedillo en 1995, pero no se le conocen pericia diplomática o conocimiento de Estados Unidos.

  No sólo eso. Moctezuma tendrá que tratar con un equipo altamente profesional como el de Biden. Gente que no se chupa el dedo. Será probado para ver si tiene el oído de AMLO. Hasta lo que se sabe, no. Será presionado en los temas que le preocupan a Biden que son diferentes a los que le preocupaban a Trump. Derechos humanos, derechos laborales, estado de Derecho, corrupción e impunidad. Donde puede haber afinidades es en el tema migratorio.

   Moctezuma no tendrá respuestas porque AMLO continuará escalando la confrontación con el nuevo gobierno demócrata. Culpará a los demócratas de todo lo malo en la relación. Tratará de provocarlos a cada paso. Resucitará cadáveres como Rápido y Furioso. Radicalizará a su equipo pugnando a los moderados. Moctezuma tendrá que disciplinarse a lo que AMLO y Marcelo Ebrard le digan. Difícilmente tendrá ideas propias o autoridad para pelear por ellas.

   López Obrador es un ente conocido para el equipo de Biden y las agencias de inteligencia estadounidenses. Llevan décadas estudiándolo. Observándolo. Prediciéndolo. AMLO ha pasado de ser un priista renegado a un mandatario cada vez más radicalizado y autoritario. Les inquieta de particular manera su desdén por las instituciones.

   En entrevista en diciembre de 2018, pregunté a la embajadora Roberta Jacobson, quien será coordinadora para asuntos de la frontera con México en el Consejo de Seguridad de la Casa Blanca de Biden, si Estados Unidos tenía motivos para preocuparse por el arribo de AMLO, con quien se entrevistó dos veces. Esto fue lo que me respondió:

   “No creo que AMLO sea un peligro como Nicaragua, Cuba y Venezuela. Pero vamos a ver. Lo que me preocupa, y así se lo dije a Washington, es si es un demócrata genuino, con minúscula. No es institucionalista. Cree que puede hacer todo y que el fortalecimiento de las instituciones puede ser un obstáculo. Por eso no se comprometió con una Fiscalía General autónoma bajo el sistema anticorrupción. Es esto lo que debe preocuparnos” (Así Nos Ven, Temas de Hoy, página 292).

  Jacobson renunció a la titularidad de la Embajada de Estados Unidos en México poco antes de la toma de posesión de AMLO, sin imaginarse que el nuevo presidente mexicano forjaría una complicidad sumisa con quien a partir de mañana pasará a la historia como protagonista de uno de los capítulos más negros de Estados Unidos en el que AMLO apenas será un pie de página.

Twitter: @DoliaEstevez

Frida C.


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