Ansu Fati homenajea a Eto’o en el gran triunfo del Barcelona en Balaídos

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No hay mejor triunfo que vencer al pasado. Porque es ahí donde se amontonan los demonios y nacen los complejos.

El Barcelona llevaba cinco años sin tomar Balaídos, escenario repleto de héroes caídos y que acabó por convertirse en la metáfora de la decadencia azulgrana. Ya podía el equipo azulgrana ir trampeando, que en Vigo siempre encontraba el espejo que le devolvía su peor imagen. Entonces, su única imagen. Quién sabe si todo eso ya es pasado. Quién sabe si la jovialidad de Ansu Fati lo ha cambiado todo. Su deslumbrante punterazo en el gol inaugural, previa torsión del tobillo y tras estirar la pierna como si fuera una estaca, le acercó a aquellos aguijonazos con los que Samuel Eto’o se rebelaba contra el mundo. En el Bernabéu contra el Real Madrid. En la final de la Champions de Roma contra el Manchester United. Aquella noche en la que el camerunés, después de golpear con sus dedos las venas de su antebrazo, acabó entre sollozos: «Allá arriba hay un Dios justo».

Tiempo tendrá Ansu Fati para que cualquiera de sus golpes de genio le emparenten con futbolistas de otro tiempo. Ya lleva tres goles en dos partidos. Mientras tanto, le sobra con asombrar en un Barcelona que, tras la goleada del debut frente al Villarreal, volvió a brillar en Balaídos. Y eso que la presión avanzada de los jornaleros de Òscar García, siempre valiente en su idea de partido, prometía un partido incómodo y repleto de cepos. Más aun después de que un par de acciones episódicas en ataque de los celestes metieran a los de Koeman en un lío que no fue tal.

Una vez quedó claro que el VAR no llegó al fútbol para eliminar los debates de barra de bar, sino para potenciarlos, resultó sencillo entender que el colegiado Del Cerro Grande acaparara los focos. Sorprendió la rapidez con la que mostró una tarjeta roja a Piqué sin esperar siquiera a que alguien le advirtiera que Denis Suárez, que era quien avanzaba libre por el centro, partía desde posición de fuera de juego. El árbitro tuvo que volver a meterse las manos en los bolsillos. Y pelillos a la mar. Nada tuvo que rectificar cuando poco después expulsó a Lenglet. El central francés, que ya se había ganado una amarilla por una falta en su frontal, sacó el brazo para impedir la decidida incursión otra vez de Denis. Del Cerro Grande no obvió el castigo ante el enojo de los barcelonistas. Un enfado que fue en aumento al ver cómo Aidoo esquivaba similar castigo por derribar a Messi con su hombro de estibador justo antes de llegar al descanso. El central del Celta ya no salió del vestuario. Por si acaso.

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